Contribución a la psicología del deporte por Helen Deustch
Por Helen Deustch
Este material corresponde al psicoanálisis de un paciente que está en tratamiento por sus complejos de inferioridad, los que le imposibilitan logros en su profesión o establecer relaciones de trabajo y dominar sus complejos; cosa que consigue dominando toda clase de deporte. Su análisis nos dio la oportunidad de estudiar las relaciones entre su interés en los deportes y sus síntomas: cuáles impulsos fueron sublimados y de qué manera consiguió superar su complejo de castración, ósea, compensar con la actividad deportiva dicho complejo manifestado como sentimiento de inferioridad.
Aunque esta comunicación pueda no aportar nada nuevo a los analistas, considero que el material obtenido merece publicarse, pues muestra el mecanismo de que se valían los complejos para aliviar al aparato psíquico de la carga impuesta por las vivencias infantiles. Aunque tal mecanismo no sea novedoso, creo que este caso particular aporta algo de la psicología del deporte.
Durante el análisis pudimos en diferentes oportunidades ocuparnos de un sueño que ocurría con distintas variantes. El mismo contenido se repetía desde la infancia vinculado a intensos temores. Lo recurrente era que un elemento esférico (una pelota, un globo, un edificio redondo, una columna romana, una nube con formas redondas, un pájaro exótico) flota sobre su cabeza y amenaza aniquilarlo en su caída. El paciente busca infructuosamente ayuda y despierta con sensaciones de angustia.
El análisis de este sueño nos ayudó a seguir la pista del síntoma hasta sus orígenes. Descubrimos la neurosis infantil del paciente, a los 4 años, que se manifestó en la típica modalidad infantil como temor a la soledad y oscuridad. En sus fantasías de angustia de entonces se le tendía una mano amenazante. El miedo a esa mano era el contenido a sus temores. Por esa época, el paciente se encontraba bajo fuertes luchas contra la masturbación, con fantasías sadomasoquistas. La mano que se extendía hacia él en la oscuridad era la mano castigadora del padre. Osea la ansiedad de castración.
A los 8 años, estos estados de angustia se manifestaron como una fobia franca, con el mismo contenido que sus sueños de angustia. Este material muy perdido, apareció en los recuerdos recién hacia el fin del análisis. Su estado de ansiedad se manifestaba en una suerte de claustrofobia con un contenido muy claro: temía que una pelota, con la que jugaba solo o con otros, podría caer sobre su cabeza hiriéndolo de muerte o dejándolo idiota.
Dicho temor restringía sus movimientos, puesto que ese hecho tan temido podría suceder en cualquier parte. La mano del padre había sido sustituida por la pelota, y la fobia mantenía la estructura de los sueños en cuanto a la ansiedad de castración (como se llegó a dicha sustitución excede los límites de esta comunicación, aclararé solo que los genitales del padre percibidos como esféricos y los órganos esféricos de la madre desempeñaron un papel). La fobia duro poco tiempo y fue sustituida por estados difusos de angustia, claustrofobia, etc.
Poco tiempo después de desaparecida la fobia, tal vez inmediatamente después, mostró las primeras y fuertes inclinaciones hacía los deportes. Sorprendentemente, los deportes que lo atraparon eran juegos de pelota: el futbol y el tenis, y de allí surgieron otros intereses deportivos.
Vemos que, el juego, la situación de placer a la que arriba el paciente es idéntica a la situación fóbica: espera con ansiedad (tensión) la esfera (pelota). La diferencia entre ambas es que ante la situación fóbica-huye, en tanto que en el juego trata de controlar la situación. Sabemos que la fobia es una continuación del temor de la mano amenazante, donde la esfera representa el objeto angustiante proyectado afuera; ósea, la mano castradora del padre que en esa etapa era a la vez el objeto libidinalmente requerido y odiado.
Si tomamos como punto de partida el hecho de que el contenido de la situación deportiva repite la fóbica, deberemos suponer que desde lo económico sigue también el mismo fin: liberar al aparto psíquico de la carga interna por deslazamiento del peligro instintivo al mundo externo y la tramitación del mismo con las correspondientes maniobras defensivas.
Sin embargo, sabemos que, en la fobia, la angustia (miedo) no puede quedar del todo ligada, y no es posible desplazar completamente el peligro interno hacia afuera. Además, esto implica el precio de la prohibición, ósea, el no deseo.
Otra es la situación en los logros deportivos, allí el desplazamiento del temor interno hacia el plenamente exitoso; la angustia neurótica se transforma en un temor real, y en determinadas circunstancias se logra que lo displacentero de la fobia cambie a los placentero del deporte.
En el pasaje de montos particulares de angustia de castración al temor real, al situación deportiva ofrece las condiciones ideales para la tramitación de la misma: expectativa, evaluación de la amenaza, probar las propias fuerzas, ataque racional y defensa.
Hablo del temor real en la situación deportiva, aunque en realidad ahí no se desarrolla un miedo intenso. Empero, la expectativa tensa solo se diferencia cuantitativa y no cualitativamente del temor. Aquí también se dan distintos grados diferenciales; y deportistas experimentados pueden dar cuenta de emociones equivalentes al temor (miedo, angustia).
El objeto terrorífico al que hay que superar, ahora ubicado en el mundo externo es para el deportista su desafío; las montañas, el agua, el aire.
También otras emociones libidinosas llegan aquí a la descarga, pero esto queda fuera del marco de este trabajo. Ante todo son la inclinaciones homosexuales y las tendencias agresivas concomitantes, así como los deseos masoquistas de castigo, los que encuentran una descarga desexualizada. Que se trate de reales sublimaciones o de formaciones reactivas es, con relación a esto, irrelevante.
Con la posibilidad de la descarga aceptada por le yo se acentúa el conflicto entre las tendencias del yo y los instintos sexuales, y con el armónico efecto de ambas aumentan los sentimientos de poder (¿omnipotencia?) en el yo.
Otro motivo tranquilizador para el yo es la fuerte tendencia exhibicionista en el deporte y sus concomitantes sentimientos de poderío corporal (Harnik señaló ya la relación de esto ultimo con el complejo de castración)
El carácter de descarga aceptada por el yo junto con el refuerzo de los propios sentimientos narcisísticos conduce a que todo este proceso de descargas parciales de la angustia de castración tenga un carácter placentero, al contrario del carácter displacentero de la fobia.
Lo descrito hasta aquí conduce a la posibilidad de una generalización: que la actividad deportiva, aun en individuos no específicamente neuróticos, responde al mismo mecanismo de la proyección de una fuente de angustia hacia afuera; que sirve para la descarga de la angustia. Se da también en situaciones normales que repentinamente fallen las ligazones exitosas de la angustia, se caiga todo ese orgulloso edificio narcisístico, y el deportivo Hércules repentinamente vislumbre temblando la mano que vuelve desde la oscuridad. Son los momentos en que ciertos deportistas, repentinamente y sin motivos racionales, se ven atrapados por sentimientos de angustia.
Esta angustia aparece sea el comienzo de una competencia deportiva, como una especie “fiebre de las candilejas”, o lo sorprenden en el “momento de prueba” en la soledad de la montaña, o en cualquier otro ámbito deportivo. Tiene entonces el carácter de angustia neurótica y muestra el nivel de fracaso dentro del vencer aparentemente exitoso. Vemos así el deporte como un dispositivo de seguridad mediante el cual la persona torturada apunta a sacarse de encima aunque sea una pequeña parte de su miedo cuando ve la mano amenazante que le acerca.
Esto, además, hace comprensible por qué el turista audaz se mete en aventuras que implican riesgo de muerte: está tratando de desembarazarse de una parte de su ansiedad de muerte entablando una pelea contra la mano amenazante (Dios, Padre, Naturaleza), tras haber logrado colocar afuera (en el mundo) las fuerzas violentas transformando asi sus angustias de conciencia en angustias reales. De este modo se reconstruye la situación inicial entre el yo y el mundo, con lo cual la lucha no se da ya entre las instancias del yo, sino entre el yo y el mundo externo.
La valorización social del deporte está dada en parte, psicológicamente, por el hecho de que el proceso de desplazamiento del campo de batalla de las agresiones se tramita de un modo aceptable para el yo. Con el aumento de las satisfacciones narcisísticas se atenúa la herida del complejo de castración, y fundamentalmente se hace posible dar trámite a la angustia de castración o de muerte, que es universal. (Publicamos este artículo a propósito del conversatorio realizado el jueves 11 de julio con <a href=”https://www.institutociapla.com/gabriela-rouillon-acosta-psicoanalista/”>Gabriela Rouillon</a> cuya tema giro en torno al Dolor en el deporte: Un acercamiento psicoanalítico