Reflexiones sobre un aspecto de la compulsión a la repetición
En este trabajo Joseph retoma un planteamiento que Freud introduce por primera vez en el texto más allá del principio de placer en 1920. En este texto Freud sostuvo que en algunas personas las situaciones dolorosas se repiten de manera compulsiva, llevándolo a cuestionar el principio de placer. Según Freud las personas buscan evadir situaciones de displacer. Sin embargo el que algunas de ellas repitan en su vida situaciones de dolor lo lleva preguntarse si en el funcionamiento del psiquismo se da algo independiente del principio mencionado.
Freud inicia la reflexión sobre la compulsión a la repetición en el análisis que realiza de los sueños traumáticos y en el impulso ha repetir observado en el juego de los niños. En estas situaciones la repetición se da como una búsqueda de procesar psíquicamente una impresión que no ha podido ser tramitada, esto se da de manera independientemente del principio de placer.
Es así que Joseph, siguiendo la línea de Freud, plantea que hay un tipo de pacientes que repiten situaciones de sufrimiento debido a ansiedades inconscientes que no han sido procesadas y que son producto de una relación primaria con la madre llena de dificultades.
Las principales ansiedades que tienen que afrontar este tipo de pacientes están relacionadas con la dependencia al objeto primario. Joseph, citando a Klein, nos dice que esta dependencia representa la posibilidad de experimentar sentimientos de amor y necesidad pero al mismo tiempo genera la posibilidad que pueda surgir odio intenso y destructividad pues reactiva situaciones primarias en las cuales el objeto primario-el-pecho- era en la misma medida valorado, e inmediatamente envidiado, odiado y atacado.
Para Joseph estos pacientes tienen la convicción inconsciente de que en algún momento del pasado la ambivalencia causo un inmenso daño al objeto primario; Por eso lo que debe evitarse es la repetición de la dependencia que conduciría a la ambivalencia.
Con esta finalidad los pacientes emplearan una combinación de defensas, la principal es la escisión del self. Las partes dependientes y necesitadas, que incluyen tanto las partes buenas como el odio y la envidia, son proyectadas en el objeto.
Simultáneamente, el objeto es escindido, la parte en la que se proyectaron las partes malas del self se convierte en persecutorio y el que contiene el aspecto bueno es idealizado. Las partes no deseadas del self y la parte persecutoria del objeto son proyectadas en objetos externos como una manera de disminuir su intensidad. Por otro lado el objeto idealizado se introyecta siendo devorado por el yo, de esta manera el objeto ya no tiene existencia separada ni internamente ni externamente.
La principal dificultad que presentan estos pacientes es su incapacidad para tolerar un objeto bueno y necesario, por el odio y la envidia que puede despertar. Cuando un objeto externo puede ser significativo lo introyectan de inmediato y lo fusionan con su yo. De esta manera se salva al objeto de la agresión y al ser devorado deja de tener una existencia separada a la de self lo cual permite mantenerlo vivo. Este tipo de relación de naturaleza narcisista es dirigida al objeto interno que se identificado con el self. Y permite preservar al objeto idealizado al igual que cierta capacidad de amar, al mismo tiempo, evita que el individuo se sienta abrumado por su odio y por ende por la persecución. Así, una de las principales características de estos pacientes es que buscan mantener al objeto paralizado en el interior ya que si se lo siente separado despierta hostilidad y destructividad.
Por medio del objeto idealizado el paciente tiende a idealizarse a sí mismo, esto contribuye a crear una actitud de superioridad y omnipotencia ante el medio que lo rodea. En la medida que el objeto idealizado no se introyecta con amor y gratitud sino con la intención de eludir la necesidad, la separación, el odio y la ambivalencia, no se puede tomar al objeto como bueno, por lo cual no será un núcleo seguro para el yo. Por lo tanto detrás de la seguridad omnipotente estarán asechando grandes dudas respecto a la bondad del self. El miedo a que aparezcan las dudas y ansiedades es lo que contribuye a la rigidez de los mecanismos maníacos y obsesivos en este grupo de pacientes.
Las defensas descritas están vinculadas a la introyección del objeto, pero no son las únicas utilizadas por este tipo de pacientes. Otro tipo de defensas es la proyección, en las personas que los rodean, del objeto persecutorio como de las partes no deseadas del self lo cual genera un ambiente persecutorio. Para evitar el sentimiento de persecución recurren a mecanismos como la negación, evitación y escisión. Cuando las identificaciones proyectivas están disociadas y repartidas en diferentes personas producen menor ansiedad que si están depositadas en una o dos. Sin embargo, a pesar de que este mecanismo evita que sientan una ansiedad intolerable surgirán pequeñas ansiedades.
En esta situación los pacientes alcanzan un equilibrio precario entre el amor y el odio, entre la vida y la muerte, entre la escisión y la integración. En ellos no se puede producir una mayor integración de los aspectos escindidos del self porque no tiene la confianza suficiente en su capacidad de amar como para poder tolerar la ambivalencia que implicaría la integración. El equilibrio que han encontrado estos pacientes ocasiona que eviten una relación verdaderamente íntima con las personas del entorno, ya que la cercanía activa un mayor uso de defensas. En una relación íntima se proyectan más los aspectos escindidos del self, lo cual genera que la persona se sienta más en contacto con su self a través del otro.
Por lo cual el paciente estará en contacto con los aspectos no deseados de su self que fueron proyectados, generándose que la persona depositaria de las proyecciones se convierte en amenazante.
Evitar la cercanía se convierte en una de las principales razones por las que los pacientes que presentan compulsión a la repetición tienen que llevar una vida rodeada de muchas personas. Estas no solo se hacen cargo de sus emociones sino que también actúan como barreras entre ellos mismos y los objetos. Los pacientes al no poder tolerar la ambivalencia sufren más por la cercanía que por la soledad.
Las defensas mencionadas son utilizadas por los pacientes para evitar la agresión, la ambivalencia y la culpa por el odio al objeto primario, mientras tengan éxito los pacientes pueden tener estabilidad.
Joseph, nos dice, que en la primera infancia de estos pacientes la dependencia de la madre y sus pechos ha sido voraz, posesiva y exigente, lo cual ha generado una envidia y odio hacia la madre que ha ocasionado violentos ataques agresivos y proyectivos en ella. Si la madre es una persona emocionalmente distante, inestable o negligente el odio y los ataques aumentan. Debido a esto los pacientes tienen el temor de que el objeto primario, la madre, sea destruido, las defensas tendrían como finalidad protegerla de la agresión. Los pacientes no han podido manejar la culpa y la depresión con respecto al peligro de la destrucción del objeto ni hacer una verdadera reparación para elaborar la posición depresiva. Por lo cual los mecanismos esquizoides son un intento maníaco de controlar al objeto interno y así evadir las ansiedades depresivas. El objeto se encontraría paralizado, ni muerto ni vivo.
Para estos pacientes devolverle la vida a la madre implicaría transformarla en una imagen nutritiva generando envidia y ataques destructivos hacia ella. Por otro lado, si se la deja morir surgiría el miedo a la venganza y un sentimiento de culpa que generaría una depresión sin esperanza. Por estas razones el objeto interno es colocado en un estado de parálisis.
Al paralizar al objeto se paralizan emocionalmente a si mismos, generándose un estado de “… equilibrio entre la vida y la muerte, entre el amor y el odio, de tal manera que no. Puede haber una verdadera integración, ni el odio puede ser realmente mitigado por el amor. Por lo tanto no hay progreso, sino sólo una repetición compulsiva.
Referencia bibliográfica
Joseph, Betty. Equilibrio psíquico y cambio psíquico, Madrid: Ediciones Julián