Sobre el delirio de bondad
Por Carmen Valenzuela
Para introducirnos al tema, Jorge Luis Ahumada describe a pacientes en los que su propia necesidad de cuidado emocional, se satisface cuidando a otros.
En esa dedicación entusiasta obtienen una considerable aceptación social, siendo respetados y admirados por ser generosos, confiables y vitales. Parece gente divertida, en tanto prima la tendencia inconsciente a aliviar el tedio o la depresión colocados proyectivamente en los otros. Los aspectos inmaduros están clivados y ubicados en depositarios adecuados: no solo viviendo para los demás, sino desviviéndose por el resto y conservando solamente “restos” de la propia vida. Cuando intentan rescatar vida para sí, entran en violenta rivalidad con la estructura mental basada en la dedicación por lo que estos intentos fracasan.
“La dedicación es el eje de la vivencia de la propia identidad” que se asienta en proveer una fantasía inagotable actuada de las necesidades de quienes se han convertido en depositarios de los propios aspectos inconscientes necesitados clivados en quienes se depositan estos aspectos dañados o desvalidos del propio Self concibiéndolos como “incapaces de supervivencia” perennizando su visión de que son necesitados de ayuda.
Experimentan la vivencia de la compasión teniendo una intensa atracción hacia los desvalidos reales o imaginarios. El clivaje es máximamente exitoso cuando la persona posee una autoconfianza excesiva viviéndose “Monolítica” (firme, fuerte, madura). A veces esta autoconfianza bordea la arrogancia, pero lo cubre bien siendo humilde. Hay por tanto, una creencia inconsciente de que la propia bondad es omnipotente generándose un delirio inconsciente. Se considera una forma clínica de megalomanía inconsciente. Megalomanía = Manía o delirio de grandeza (según la RAE) (…) : Se engañan a sí mismos, escondiendo realmente aspectos de fragilidad, sobreadaptación, niños adorables en el colegio que ya fastidian a los demás por lo adecuados que son. Se oculta a sí mismo y al resto la incapacidad para el goce y el dolor genuinos.
No impide que emerjan vivencias de falsedad, hipocresía y vacío interno. Ahumada explica que retoma el estudio de Bion sobre el delirio inconsciente de bondad y ayuda como organización de la parte psicótica. En él, esta personalidad psicótica usa la identificación proyectiva como sustituto de la regresión, represión e introyección que emplea la parte neurótica de la personalidad.
Entonces, el delirio de omnipotencia de la propia bondad se enfoca como un emergente de un <em>doble clivaje del Self donde se trasponen las funciones del self y del objeto.
Parte envidiosa omnipotente del self “engloba” al objeto interno bueno que satisface la necesidad:el delirio es poseer como cualidad propia la bondad del objeto. Es entonces, un self usurpador delirante en la función del objeto nutricio (de cosas buenas: alimentación, sosten, amor, alivio: bondadoso) convirtiéndose en el self central de la identidad de estos pacientes.
Parte del Self “infantil” se cliva y se proyecta de dos maneras
Interna: a zonas del mundo interno (aspectos necesitados) no vividas como pertenecientes al self, donde pasa a ser tratado (y/o maltratado) como objeto.
Externa a partenaires que pasan a ser la realización de aspectos clivados, es en el vínculo con estos que se actúa el delirio de bondad.
De esta manera, este self englobante, se postula a sí mismo como objeto primario: que da sostén, amor y alivio del objeto para otros aspectos del self que corresponden al self infantil, pero que no son reconocidos como propios.
Los aportes de Money-Kyrle
El modelo de la trasposición de funciones y el delirio inconsciente de bondad y ayuda guardan estrecha relación con las ideas de Money-Kyrle. En el trabajo sobre la Megalomanía (1965) se describe a un elemento: delirio de confianza excesiva y se refieren a sus orígenes: surgen en una manera particular de identificación con los padres, con el pecho que alimenta. Las figuras parentales se internalizan como Superyó, conservando su barrera con el Yo. El delirio se produce cuando se “Oblitera” esta barrera por la penetración envidiosa del Superyo, donde lo delirante no es el deseo de identificación envidiada (quisieras ser como, pero no lo eres), sino la afirmación de que la identificación es un hecho (yo soy eso – se aclara al pie de página que se trata de una equiparación envidiosa con el pecho en el área psicótica).
Mencionan también que si algunas personas logran capacitarse y obtienen éxitos reales dan sustancia al delirio y lo mantienen para toda la vida. Son hombres y mujeres narcisistas que viven en identificación proyectiva con el pene idealizado del padre o el pecho idealizado de la madre. (sueño de una paciente que se siente humillada al ser alimentada del pecho de la madre).
La trasposición del self y el objeto está estructurado por un mecanismo de doble proyección identificación como un doble delirio: de superioridad y de inferioridad. En términos de vínculos humanos se ve esto en el establecimiento de estatus. Citan el ejemplo de la gente en India, donde la compasión por el inferior también acarrean arrogancia y desprecio a su vez. Mientras que por otro lado, los sentimientos de admiración y gratitud sobrepasan sentimientos dolorosos de inferioridad, odio y envidia. Limpiadores de letrinas vs. Aristócratas.
Reversión de Roles: El bebé se proyecta en los pechos de la madre que producen la agradable leche y en su fantasía se convierte en la única persona valiosa, que en el delirio permite evitar la verdad de que el bebé solo produce heces. El bebé suprime el desprecio hacia sí mismo generando el delirio de que la madre únicamente lo ve como un productor de heces, despreciándolo. Sin embargo, este mecanismo envidioso que lo lleva a apoderarse del pecho, también puede llevarlo a reclamar los demás objetos que al continuar manteniendo un contacto latente de falsedad, acrecienta el propio disvalor, por lo que se debe tener un objeto para proyectar el objeto opuesto de este disvalor: por lo que se busca la adoración.
En este caso, la capacidad de amar se sacrifica y la adoración la reemplaza. El autor, desarrolla la idea la vivencia de muerte y los restos mortificados. Explica que es en esta doble proyección identificatoria que se desprende de los “Trozos del bebé” que están amenazados de carencia-muerte, dañados o muertos en la realidad psíquica. Dice que en la clínica, la trasposición el self y el objeto puede ser considerada como una configuración precatastrófica.
Considera conveniente alertar al terapeuta de que es importante detectar fenómenos que tras una fachada sublimatoria, ocultan la estructuración de aspectos psicóticos organizados en roles sociales. Luego cita a Liberman a propósito del conceptualizar la escisión fundamental de los pacientes psicosomáticos. Lo hace en términos de clivaje entre dos partes del self: el ambiental (sobreadaptado) y el corporal (sojuzgado).
En la estructura psicótica de dedicación y ayuda a un aspecto clivado del self infantil dañado, a un “trozo del bebé” dañado, juega un papel considerable en la génesis y el mantenimiento del sobreesfuerzo. Cuando se da una base delirante en la trasposición, los pacientes se ven ante tareas emocionales imposibles que los hace sobreesforzarse. Ahumada advierte que actividades como el ser terapeuta, la docencia son propicias para esta estructuración de roles sociales beneméritos. En estos se produce una doble identificación proyectiva donde se expulsan estos aspectos desvalidos del self. En el material clínico que presenta, nos muestra como es en el matrimonio y en la maternidad que esto se instrumenta.
Ilustración clínica: ilustrando formas de funcionamiento de estas pacientes. Describe el caso de la paciente A. que llega en crisis porque encuentra una carta amorosa en el bolsillo de su esposo. El terapeuta descubrió que su vida se armaba en torno a la dedicación altruista hacia su marido y sus hijos. Tenía cierta conciencia de que su identidad estaba constituida sobre una base falsa. Pronto en el análisis se evidenciaron violentas resistencias.
El autor coloca un pie de página interesante sobre el altruismo en términos no satisfactorios, sino como el altruismo central para la psicopatología. También habla del inglés “selfless” que describe no solo algo como desprendido o dedicado, sino más bien algo donde la dedicación toma el lugar del propio self. Lo retoma más adelante en el acápite destinado a hablar específicamente del altruismo.
Describe actitudes de la paciente como no mostrar su fuerte malestar ante su marido, para luego hacer un fuerte reclamo de cómo él se encargaba de destruir las cosas para ella. Con esto, ella se empujaba a una situación donde no contaba con recursos emocionales para enfrentarlo, un “suicidio emocional” que el esposo intuye y evita cambiando de actitud y tomando un rol activo en intentar que ella haga lo que estaba por abandonar.
El autor le habla de que hay una violencia fuerte que se desata en ella frente a la dependencia, teniendo una respuesta con mucha violencia que le permitía colocarse en el papel de víctima que ella prefería. Con esto el autor ilustra la violencia de las proyecciones identificatorias en los vínculos emocionales de estas pacientes. Al abandonar su papel habitual de proveedora-emociona-infatigable y convertirse en una niña-necesitada-del-pecho transforma de manera muy brusca a su marido en un pecho-pene-maliciosamente-despojado, luego de que siempre ha sido para ella un niño-emocionalmente-malcriado.
La amenaza de “suicidio emocional” evita que se complete ese tránsito al pecho-pene-maliciosamente despojado, es el marido quien lo evita. También describe dos sueños: el de la prima que no imaginaba insatisfecha con su marido y tortas innecesarias; así como el de los árboles de conos de plástico y las cadenas de oro y cobre que la hacen no generosa.
En ellos, el analista encuentra que hay un deseo por no necesitar de él y verlo como el analista-a-cargo-de-sus-necesidades, así como las tortas como aspectos intensamente necesitados no reconocidos, vividos como lo que nunca-puede-ser-satisfecho. Por otro lado, ve esta figura del árbol como fría, compuesta de pezones de plástico, artificiales, artificialidad que a ella le desagrada. Árbol enorme, pero artificial que es una cualidad fabricada, despojándola de sus cualidades naturales de vitalidad convirtiéndose en un pecho gélido.
Es el producto del englobamiento del objeto nutricio por el self usurpador.
Sobre el Self infantil En la definición dada por Rosenfeld, el self infantil cuerdo, son aspectos necesitados y capaces de recibir un objeto nutricio: depende para su supervivencia del objeto maduro o adulto que está a cargo de su cuidado y alimento. Es un self infantil cuerdo que no es omnipotente que se distingue de la personalidad adulta y de los aspectos psicóticos narcisistas que son los que crean o mantienen este mundo delirante.
Con el fin de aclarar esto, amplía la información sobre los aspectos narcisistas, mencionando que hay dos tipos de organizaciónen los que se juegan zonas del self infantil: la simbiótica y la parasitaria, según Bion. De acuerdo a las cualidades de la emoción con el vínculo objetal, se distinguen tres zonas del self infantil: Zona del Self infantil parasitario: la constituyen preconcepciones dañadas, despejadas o desnudadas de emoción. Los fenómenos de dependencia al objeto nutricio es sustituido por el mutuo despojamiento. Se pierde la noción del objeto bueno, el pecho es visto por él como carente de la cualidad de proveer alimento, amor, comprensión, alivio.
Cuando se da el delirio de bondad, este self infantil parasitario permanece clivado ubicado en lel partenaire quien lo actúa, por ello presentan tolerancia a las actividades parasitarias de los partenaires. La reintroyección de este self infantil parasitario adquiere una cualidad terrorífica ya que se debe contactar con la necesidad-del-pecho-pecho-malo. Es un pecho desposeído de sus cualidades: “pecho de hielo”.
Zona del Self infantil simbiótico: Su dependencia al objeto nutricio emerge en tanto se vuelva presente y satisfactorio en la realidad psíquica, cuando el objeto es percibido como capaz de abolir todo malestar. Sucede que el objeto se vuelve persecutorio cuando no-está-presente o cuando lo-está-pero-no-es-satisfactorio. Se produce esto con violencia, emoción, intolerancia, sensorialidad intensa, esto no necesariamente implica la abolición de las diferencias de función entre el self y el objeto.
Zona del Self infantil cuerdo: Partes normales no omnipontentes que logran la separatidad respecto al objeto y alcanza la posibilidad de tolerar las separaciones como parte inevitable del vivir. En la parte psicótica no evolucionada de la personalidad, la necesidad del pecho funciona de por sí como objeto malo persecutorio. Sin embargo, si la necesidad del pecho es obviada exitosamente va a poder controlar esta persecución. En la trasposición de las funciones del self, la necesidad-del-pecho es obviada.
A propósito de un modelo infantil</strong> Según Money-Kyrle cierto grado de delirio de ser-EL-objeto es inevitable en la infancia. A los comienzos del segundo año de vida hay un interés en los infantes, acompañado de un gozo, en alimentar a la mamá, al papá, a otros niños y animales pequeños cuyo desvalimiento es fuente inagotable de atracción y desvelo para los niños. No hay una expresión del animal de necesidad, por tanto, se da una proyección identificatoria de los propios aspectos carenciados del niño. Pone el ejemplo de la niña que da lechuga a la tortuga. Se trata de una conducta omnipontente de generosidad. Sin embargo, al autor le cuesta poder diferenciar si esto se trata de una vivencia de ser-el-objeto o de una proyección identificatoria con el self necesitado-desvalido que respeta la existencia de un objeto bueno discriminado del self central. Recoge lo mencionado por Oelsner, sobre que este tipo de conductas son dadas en niños bien cuidados en un desarrollo normal (no en autistas por ejemplo).
Considera que el incidente de la niña que le da lechuga a su tortuga ilustra las dos realidades descritas (la simbiótica y la parasitaria): en tanto implica un vínculo simbiótico</em> nutricio con el depositario y en menor medida con el propio self infantil y por otro, implica un grado mayor o menor de parasitismo del propio self infantil</em> que quedaría uncido al self omnipotente que alimenta a otro. Añade que quienes presentan el delirio de bondad, hay un <em>terror al daño y al sufrimiento de los otros.
En este sentido, explica que son los otros quienes sufren porque están expuestos a la mezquindad y es a través de ellos que emerge la idea de que es posible la existencia de un pecho que puede ser frío y emocionalmente aniquilatorio de la cualidad viva. Es un pecho de hielo que se ofrece al self infantil necesitado-dañado. Es ese pecho de hielo, en lo que el analista debe estar preparado a ser proyectado. En la práctica clínica tanto el analista como el paciente suelen lograr establecer la <em>distinción entre el delirio de bondad y la bondad.
La bondad genuina es aquella que se alcanza desde la posición depresiva (aceptación de que no es lo máximo y que tiene lados carentes). La necesidad del otro, está en resonancia con las necesidades del propio “self-infantil” que puede ser vivenciado y contenido dentro de la personalidad. Es poder contener dentro de si los aspectos necesitados y conmoverse. (…) No hacer que los otros actúen cubriendo estas necesidades. En el <strong>delirio de bondad</strong>, no hay una vivencia de necesidades del self infantil encarnado en uno mismo (porque no los reconoce ni acepta), sino que tiende a ponerse en función al mantenimiento del despojamiento envidioso al self infantil expulsado y proyectando en los pobres a quienes dirige la dedicación y la compasión.
Breve nota sobre el altruismo Freud habla de esto en 1917 oponiendo altruismo a egoísmo. Lo distingue de la catexis libidinal del objeto por no aspirar, el altruismo a la satisfacción sexual. El enamoramiento, era una trasposición altruista al egoísmo sexual. Anna Freud en 1936 habla de él en el mecanismo de defensa: “Renuncia altruista”</em> indicando que se trataba de un mecanismo normal y menos notorio de proyección, otorgándole una valoración positiva en tanto es socialmente efectiva, indica que es un “derecho a la satisfacción de derechos sin interferencias.
Sin embargo indica que esta renuncia es de base egoísta, enfatizando la angustia ante el superyó en el proceso de renuncia y el conflicto con la autoridad parental en la génesis del cuadro. Se retoma al altruismo desde el fenómeno de la angustia de muerte. Cuando un sujeto proyecta en los otros, se deshace de esta angustia de muerte y son los otros quienes la viven, lo que tiene como respuesta una aprensión real no por la propia vida, sino por la de sus objetos de amor, angustiándose y mostrando un cuidado intenso por ellos.
“La embriaguez de dar y ayudar a otros constituye en sí misma una satisfacción instintiva”. La pasividad se transforma en actividad y la mortificación narcisista es compensada por el fortalecimiento del propio poder que acompaña al papel de benefactor.
Menciona que otra vía del altruismo pasa a través del masoquismo. Meltzer en 1975 habla de una encantadora pero compulsiva generosidad, donde hay una confusión entre los pechos de la madre y las nalgas de la niña solucionándose así satisfactoriamente las ansiedades infantiles y posteriores ansiedades sociales que forman el carácter.
Menciona un problema económico</em>: donde una persona que da mucho sin agotarse completamente tiende a estar frágil que aparece de formas variadas (episodios depresivos, anorexias, diarreas, reacciones maniacas, hipomaniacas, fobias, seudoninfomanía, rumiaciones suicidas, cefaleas, mareos, episodios hipocondriacos o psicosomáticos y temor a la muerte con características de terror). Meltzer considera la generosidad como un <em>anclaje de carácter mientras que Ahumada lo considera como una estructuración precatastrófica de la parte psicótica de la personalidad. Cree que Meltzer pierde la flexibilidad necesaria para dar cuenta de cuenta de una dinámica emocional frágil y potencialmente violenta.
Al considerarla precatastrófica considera que no se pierde este carácter violento y la reintroyección del self infantil clivado implica ese cambio catastrófico que se acompaña de vivencias de desastre en los participantes de manera brusca o violenta que llega a ser casi física y resultante de una amplia externalización de objetos internos. Se da en los pacientes como en sus familiares en los momentos iniciales de análisis. La fragilidad le parece que se vincula a los fracasos en la estructura megalomaniaca de bondad: no puede desarrollar algunas tareas emocionales, no puede controlar la envidia que siente en ocasiones, su cuerpo fracasa al costarle sostener el nivel de actividad hipomaniaca, fracasos en la abolición de la vivencia de necesidad. No opera en esta personalidad la fragilidad, sino la potencia: impenetrabilidad y la desvitalización.
El problema entre el dar y el recibir se plantea en el área simbiótica no-psicótica de la personalidad, pero en la zona parasitaria, el dar el superior al recibir por lo que <em>no entra en conflicto con este. Clinicamente, cuando emerge un problema entre el dar y recibir indicaría el sufrimiento de una fractura en la estructura megalomaniaca y por tanto se estaría dando cierto contacto en la personalidad de los aspectos infantiles necesitados-dañados del self.