El método psicoanalítico: Descubrimientos y refutaciones
El psicoanálisis clínico sigue siendo cuestionado respecto a su validez para ser considerado una ciencia. como ciencia o Jorge Luis Ahumada: “El método psicoanalítico es una situación especial que pone en marcha, en el campo observacional más amplio posible, un método de ‘descubrimientos y refutaciones’ en cuanto a la forma en que operan nuestras teorías inconscientes de las relaciones. Desarrollando mi argumento de que el psicoanálisis clínico es una extensión observacional de la lógica práctica cotidiana”.
En lo que antecede traté de mostrar que la lógica de la práctica psicoanalítica y, de hecho, cualquier indagación de los niveles psíquicos, no da cabida a los principios del inductivismo fisicalista, ni tampoco al método de conjeturas y refutaciones de Popper, que tiene similitudes esenciales con el inductivismo estricto clásico y donde el término ‘conjetura’ depende de un conjunto de axiomas deductivos formales.
En el método de pruebas y refutaciones de Lakatos, el término “prueba” se refiere a la indagación de “lemas”, esto es, al uso de contraejemplos para acceder a los supuestos implícitos hasta entonces no detectados, de los sistemas formales que estudia. Mi idea es que en las ciencias observacionales el método es similar, radicando las diferencias en que no nos atenemos a principios formales y en que es preciso dar un lugar explícito a la ostensión, como lo hacen Russell y Kuhn. . , .
A diferencia de lo que ocurre en la observación etológica, la clínica psicoanalítica es intuitivo-observacional para ambos participantes. En el acercamiento a la ostensión el analista aporta sus conjeturas al analizado; pero no se trata aquí de conjeturas popperianas desarrolladas en un sistema formal. Solo intento describir en palabras un “conocimiento por familiaridad” (Ricfield, 1954) tentativo, que al señalar aspectos hasta entonces no reconocidos podrá, si es suficientemente· preciso, iluminar esos aspectos desconocidos u oscuros de la realidad psíquica del analizada o, acercándolo a descubrimientos.
Cuando trato de mostrar mi ejemplo clínico, el analizado alcanza la ostensividad en ejemplos individuales y de allí pasara a la contra-inducción de sus “formas” inconscientes, esto es, de las clases inconscientes de relacionarse, y de cómo las usa. Los intentos por parte del analista de describir lo que le parece sucede en sesión se remiten, en el nivel más básico a lo que capte de sus “inferencias animales” en el rastreo contratransferencial.
Coincido aquí con Bion (1979, pág. 85), para quien es tarea del analista captar el peligro a través del uso de sus sentidos primitivos arcaicos. A veces las interpretaciones se asemejan al comentario del padre de Juan, «Mira, Juan, eso es un cisne», pero aunque suela acceder mejor a lo que transciende en sesión, no tiene manera de saber en forma concluyente la distinción entre los cisnes, los patos y los gansos en la realidad psíquica del analizado. Las discrepancias y analogías emergentes del contacto emocional con la realidad psíquica del analizado son suficientes para su tarea, y sería riesgoso que la asumiera como un “acercarse a la verdad”, las descripciones conjeturales del analista abren el camino del descubrimiento: será función del analizado evaluar lo que le resulta o no aplicable de dichas conjeturas, y ubicar el uso que le dará a lo que se va descubriendo. Dado que el analista no vivió las experiencias que el analizado desconoce mediante la represión, el clivaje, la negación, etc, cabe coincidir con Habermas (1968) en que el analizado será el árbitro epistémico final. Nos topamos aquí con la línea que, sabiamente, Freud traza entre el “psicoanálisis” como tarea propia del analista y la “psicosíntesis” en la evolución emergente de los nuevos significados, tarea que, señala, deberemos dejar al analizado “sin nuestra intervención”(1919, págs. 160-1).
En términos generales, la tarea del analista encuadra en una epistemología falibilista donde, a resultas de evidencias en evolución de discrepancias y concordancias, participa abriendo el camino a descubrimientos. Apoyarse en las evidencias de discrepancia es la contribución epistémica fundamental de Strachey (1934), su idea de que los insights del analizado resultan del reconocimiento de una divergencia entre cómo siente o ha sentido a su analista, y cómo pasa a percibirlo conscientemente. Este planteo falibilista tiene dos ventajas, una técnica y la otra epistémica. Desde el punto de vista técnico protege al analista de blandir verdades o peor aún, de convertirse en vocero de la realidad, lo que iría en desmedro de su neutralidad. Desde el punto de vista epistémico permite soslayar los por demás remanidos temas filosoficos de la verdad : una postura falibilista centrada en la no-concordancia, en la toma de contacto con el error más bien que en la ‘verdad’, da poco blanco a las descalificaciones escépticas o idealistas de la verdad que sobrevienen cuando se la define como concordancia con la realidad.
Solamente ante problemas de evaluación clínica del estado mental o del desarrollo del analizado, donde encontraremos reparos suficientemente claros, son insoslayables las cuestiones de la verdad como concordancia con la realidad. En cambio, en las intervenciones interpretativas que se refieren a discrepancias actuales o verbales en los diferentes niveles psíquicos, la evaluación de verdad es tentativa. Aquí la lógica es un instrumento: abre el camino hacia nuevas observaciones y experimentos de pensamiento donde surgirán “inyecciones de verdad”, sin por ello pretender ejercer por sí solos “inyección empírica de verdad” alguna.
Es desde ya un truismo que nuestra lógica de la indagación depende de extensiones intuitivo-observacionales del pensamiento corriente: aquello que el analista aborda se engarza con, y extiende, las maneras en que el analizado se capta a sí mismo, ayudando a reubicarlas desde otros puntos de vista. Tal lo sucedido cuando ayudé a mi paciente a visualizar la manera en que había preservado a su familia durante su primera crisis de pánico y del mismo modo a mí en la entrevista. Es también un truismo, donde todos los autores coinciden, que en última instancia toda ciencia expande las inducciones cotidianas. Lo cual, desde ya, no significa que la lógica práctica del analista se ate a la del sentido común: al contrario, se centra en lo que el analizado desconoce, en lo que Freud llamó las resistencias y Bion el vínculo –k.
Valga, para terminar, la salvedad de que mi postura no implica subestimar el peso de nuestras teorías, facilitando u obstruyendo el acceso a los hechos. Pero embarcarse en el complejo· tema de los diversos niveles, desde el clínico hasta el metapsicológico, que el término teoría adopta en nuestro campo, va mucho más allá de lo que intento aquí.