Seis notas sobre el ravissement.

Por Massimo Recalcati
1 Notas de la fenomenología estructural.
Voy a proponer seis notas sinópticas sobre la clínica de la anorexia en relación con el ravissement. Seis notas de fenomenología estructural que tienen como pivote la vivencia anoréxica del cuerpo, tal como lo retomo en algunos enunciados de mis pacientes.
En ciertas formas radicales de anorexia, nos enfrentamos a acontecimientos del cuerpo que indican una ruptura de la relación del sujeto con la imagen narcisista del cuerpo mismo. La anestesia anoréxica del cuerpo, por ejemplo, puede llevarse al extremo de producir no solo una desexualización histérica del cuerpo, sino incluso una desvitalización generalizada del mismo, es decir, su separación del sentimiento mismo de vida.
Dicho de otro modo, el caso del cuerpo parece rebasar la dimensión histérica que Lacan le atribuye – el cuerpo se rechaza histéricamente precisamente por resultar inconscientemente erotizado – para manifestarse como caída, pérdida, extravío de su condición vital. La privación anoréxica deja de referirse aquí a las vicisitudes edípicas de la mujer, ya que la privación, en lugar de funcionar como una modalidad de rechazo de la primacía fálica, se entremezcla como el empuje a la muerte, con aquello que Lacan, denomina en la familia, “apetito de muerte”. La anestesia anoréxica, en efecto, puede llegar a la aniquilación real del sujeto. La insensibilización o el rechazo histérico del cuerpo sufren aquí una radicalización extrema que transforma su valor estructural. No se trata de una dialéctica entre el rechazo del cuerpo como sexual – y por tanto, en conexión con la castración simbólica – y la reivindicación fálica, sino de la persecución de un estado, de no ser de tipo nirvánico, fuera de toda dialéctica respecto al Otro, o lo que es lo mismo en términos freudianos de una des-fusión estructural entre Eros y Thanatos que produce en el cuerpo del sujeto un efecto de borrado del propio principio vital del sentimiento de vida como fundamento de su erotización
2, Primera nota: el vacío el lleno del cuerpo
Primer fragmento:
El vacío que siento dentro de mí cuando consigo prorrogar el ayuno hasta el límite es más real que cualquier otra cosa. Es tan real, es una presencia tan absoluta que todo lo demás desaparece, deja de existir. Existe solo este vacío.
Segundo fragmento:
Cuando me he llenado de todo, cuando al Alcanzo el punto extremo de la repugnancia, me siento más allá de ese asco, más allá de todo, en un estado de ausencia, de no ser y de no pensamiento.
Siguiendo estos enunciados, el estado de vacío nirvánico es el estado de no ser y de no pensamiento. El estado radical de eclipse del sujeto, el ravivsement nirvánico se puede alcanzar bien por el camino de una resta o bien por alcanzar un lleno, un exceso, por el camino del menos y por el camino del más, por el camino de una reducción progresiva o por el de un incremento adicional. En otros términos, el sentimiento de la pérdida de sí mismo, de más allá de auto desposeimiento, se alcanza tanto en el momento extremo del agotamiento anoréxico como el que marca el pico del atracón bulímico.
Podemos construir un esquema elemental para ilustrar esta andadura circular de resta y suma:
Donde puede verse que el cero se alcanza igualmente en ambas direcciones, es decir, tanto por el camino de la resta anoréxica como por el de la suma bulímica.
En ciertas formas, la anorexia que el DSM cataloga genéricamente como restrictiva podemos verificar en particular esta especie de ascesis hacia el cero. La etimología griega del término ascesis es en efecto: ejercicio. En la ascesis loca infatuada de la anoréxica existe un empleo evidente de la voluntad, un ejercicio de dominio en acto, una decisión del ser. La ascesis anoréxica es una exasperación absoluta de la voluntad. La dimensión de la pérdida de sí, del no ser y del no pensamiento tiene lugar paradójicamente por la vía de una acentuación de la consistencia del ser, es decir, por la vía de una radicalización de la voluntad como agente pulsional del tipo supeyoico. La trampa de anoréxica es una trampa moral. El ejercicio de la renuncia, el dominio de la voluntad sobre el cuerpo viviente termina por hacerse autónomo respecto al sujeto. Es este el modo en que Freud teoriza sobre la pulsión de muerte como pulsión que pierde paradójicamente el control sobre sí misma. Asimismo, esta radicalización produce un efecto radical de separación del sujeto, pero solo en la forma de la realización de esa momia del objeto de la que habla Lacan al final de subversión del sujeto.
El ascetismo anoréxico es sin Dios. El arrobamiento anoréxico no es una beatitud que se abre al otro de la trascendencia, sino que es un estado de ser que realiza de un modo materialista; se trata de alcanzar el cero, la impasibilidad extrema a través de una separación radical de la demanda. Esta puesta a cero, esta atracción hacia el vacío indica el empuje hacia un goce de privación que rige la nada en meta de la pulsión. La eleva a la dignidad de la cosa. Es la dimensión nirvánica del goce propio del ravissement anoréxico, narcotización del principio de placer o lo que es lo mismo, realización literal del principio de placer en su disposición. rígidamente homeostática,
En la bulimia, por el contrario, el estado de no ser y de no pensamiento se alcanza a través del hecho de devorar, a través del lleno y no del vacío, la saturación y no el vaciado. Pero este lleno no solo puede producir insatisfacción, es esta la versión histérica de la bulimia. Ningún objeto es nunca suficiente. sino para gozar al mostrar la inconsistencia imaginaria de todos los sujetos, sino además ofrecer una separación por exceso. Es el demasiado que no produce en este caso un movimiento de desenganche del sujeto respecto a la demanda. Pero también esta separación puede alcanzar por el camino de la suma las dimensiones del nirvana anoréxico, pérdida del sentimiento de sí, desvanecimiento, anulación, impasividad, eclipse, crepúsculo del sujeto. Se trata de una experiencia negativa de éxtasis, anulación del sujeto en el demasiado lleno del cuerpo, engullido, confusión del sujeto objeto, ahogo, ausencia de falta que paradójicamente puede llegar a anular y no ya a causar la angustia. Se trata de un lleno que, como me decía una paciente, elimina el pensamiento.
Segunda nota: la angustia de engordar.
La clínica de la anorexia es una clínica de la metamorfosis del cuerpo. Es una clínica de la vacuidad. La sensación de haber extraviado los confines imaginarios del propio cuerpo, sentimiento de pérdida de vínculo con el propio cuerpo, resulta central en la medida en que es central un efecto fundamental en la constitución narcisista de la imagen del cuerpo. Desde el punto de vista fenomenológico, Esta experiencia de pérdida del propio cuerpo se encuentra a menudo unida a la angustia de engordar. Engordar puede ser una auténtica experiencia catastrófica para el sujeto anoréxico, una experiencia de extravío, de ravissement de su propio cuerpo, que en ocasiones puede llegar al límite de una verdadera despersonalización dismorfofóbica. El cuerpo gordo no se percibe ya como el cuerpo sujeto. La imagen del cuerpo deja de ser la imagen del sujeto en el sentido de que la imagen del cuerpo se aparece como una imagen totalmente ajena. Comer y engordar pueden constituir una experiencia de expulsión del propio cuerpo. Cuando estoy así tan gorda es como si ya no tuviera mi cuerpo, ya no estoy en mi cuerpo. Incorporar no equivale a asimilar, sino a producir ir una especie de Ausstossung al revés del cuerpo mismo, en el sentido de que el cuerpo se separa del ser del sujeto, se invierte hacia el exterior. La dimensión catastrófica y angustiosa de la grasa parece así reflejar una enajenación fundamental del sujeto respecto a la imagen narcisista del propio cuerpo, la cual se revela como insuficiente para mantener unidos los registros de lo real y de lo simbólico. Dejar de estar en el propio cuerpo, estar fuera, expulsados, alejados del propio cuerpo, es el efecto consecuente de esta insuficiencia narcisista de la imagen. De ahí una devastación de la imagen que comporta que el cuerpo se haga presente en su puro estatuto de objeto. Por ello, y no sin cierto fundamento clínico, las teorizaciones lacanianas en torno a la clínica de la anorexia insisten en que el cuerpo emerge como perseguidor, como objeto malo, respecto al cual la anorexia restrictiva funciona como una defensa maníaca.
- Tercera nota: el vomito
La bulimia muestra el carácter reversible de la pulsión. Comer es comerse, devorar es ser devorados.
Mientras el cuerpo se hincha, se llena de comida. Mientras como cualquier cosa, yo me pierdo. Me pierdo en aquello que como. Ya no me distingo a mí misma de lo que como.
Podemos citar también a Ellen West cuando, al describir una crisis de hambre. dice, “Mi voracidad saltó encima de mí como una bestia, donde el agresor y el agredido se confunden imaginariamente.
Respecto a esta alienación del propio cuerpo, el sujeto puede recuperar su cuerpo a través del ejercicio del vómito. “Solo después de haber vomitado, vuelvo a mi cuerpo.” Es una formulación que he podido escuchar de una joven paciente mía anoréxica y psicótica. El vómito funciona aquí como una especie de sínthome que permite introducir un límite al goce – consciente una esteriorizacion del goce, un vaciamiento del cuerpo -, aunque no asume los caracteres de una suplencia significante, sino que permanecen el nivel elemental de una práctica, de un uso del cuerpo como instrumento para diferenciar lo interno de lo externo, lo bueno de lo malo, el sujeto del objeto. El vómito no realiza ya un plus de gozar. No es la expresión de un goce correlacionado con el objeto A, sino que funciona más bien como un dique de contención ante el goce del Otro. En otros términos, lo que hay que subrayar es que el estatus del vómito no responde aquí a la lógica del asco histérico, que en cualquier caso está orientado por el signo de la represión y configura la experiencia de una especie de placer (clandestino) negativo en el sentido de que el objeto que suscita asco suscita en realidad un placer inconsciente que solo puede ser vetado. De aquí todo valor que Freud asigna a la ambivalencia subjetiva de la histérica respecto al objeto del asco. Por el contrario, en estos casos, el vómito asume los caracteres de una operación de un tratamiento rudimentario del goce y no de una realización inconsciente por vía negativa de ese goce. El vómito realiza aquí aquello que el significante no ha realizado al mantenerse en una relación de pura exterioridad respecto al cuerpo. Se trata de un fort-da que tiene lugar sin el auxilio del símbolo, es decir, de la paradoja de una simbolización que ocurre sin el sostén efectivo del símbolo, sin la función constituyente de la Bejahung.
5 Metamorfosis del cuerpo.
Una joven esquizofrénica diagnosticada de anorexia vive la crisis bulímica como una auténtica catástrofe. La metamorfosis del cuerpo aquí es real. El cuerpo se deforma: el vientre se hincha, el estómago se llena, el rostro se dilata, los ojos sobresalen. El cuerpo lleno de comida ya no es el cuerpo del sujeto. El sujeto experimenta más bien una pérdida del propio cuerpo. El cuerpo atiborrado es un cuerpo, como hemos visto, que no pertenece ya al sujeto. Es un cuerpo invadido de forma desmedida por el goce. Esta invasión no implica erotización alguna de la actividad de devoración, porque sujeto vive el hecho de devorar como un mandato superyoico que procede de arriba y al cual no puede oponerse. Nos encontramos aquí ante una dimensión de la devoración bulímica. que excede de la definición clásica de Lacan para la cual la bulimia se configura como una compensación real a través del objeto de la necesidad, de la frustración de la demanda de amor.
La devoración bulímica no responde aquí a la lógica de la compensación, sino a la de un aprovisionamiento del sujeto en lo real. El cuerpo lleno es, pues, un cuerpo extraño. Comer, engordar, llenarse, equivale a ser despojado. del cuerpo como propio, del hecho de tener un cuerpo. En algunas pacientes ello da lugar a la sensación alucinatoria negativa de que el cuerpo como tal ha dejado de existir. En una paciente, por ejemplo, el cuerpo lleno daba lugar a unas peculiares alteraciones cinestésicas: si después de atiborrarse se tocaba un punto del cuerpo con los dedos, tenía la certeza de dejar una marca en el cuerpo como cuando se toca la plastilina, al tocarse no se tocaba a sí misma, sino que tocaba otra cosa. En otra paciente, la angustia que seguía a la crisis bulímica “desparrama” el cuerpo, la hace sentirse “fluida como el mercurio”, “a trozos”. En otra más, produce alucinaciones negativas: el sujeto hinchado de comida se mira al espejo y se ve sin rostro. En otra, por último, el cuerpo se convierte en materia informe, en gelatina temblona, sin osamenta.
- El éxtasis del hueso.
Adelgazar, mantenerse delgados, vomitar es un modo para poder recuperar el propio cuerpo, más concretamente para separar el cuerpo de la carne, para extraer el cuerpo de la carne. Hallamos aquí la función precisa del hueso (o del esqueleto) en la anorexia psicótica. La aparición del hueso en el espejo restablece una relación de propiedad del sujeto con respecto al cuerpo. La anorexia no es solo un goce de vacío, sino que es también una modalidad de tratamiento del vacío, es decir, del riesgo de la disolución de la imagen del cuerpo. El hueso funciona aquí como una especie de vestido del cuerpo. El hueso es la vestimenta que ofrece identidad al cuerpo, pero es también una especie de objeto permanente que impide y detiene, que frena la metamorfosis del cuerpo. El hueso es la parte más permanente de mí misma, decía una paciente mía. En esta idea delirante, el hueso preserva el sentimiento de vida del sujeto al ser el punto más íntimo del sujeto, el que tranquiliza al sujeto, tranquiliza al sujeto mismo sobre el hecho de tener un cuerpo propio. Esta es la tesis de una anoréxica psicótica. La incorruptibilidad de los huesos le permite al cuerpo no deshacerse. En su delirio anoréxico, el hueso es el alma del cuerpo. El hueso es aquello que no se fragmenta. Es la parte sustraída al tiempo de la vida. Es pues lo que identifica el sujeto y le libra de la espiral de las metamorfosis del cuerpo, de la experiencia angustiosa de la vacuidad.
Es evidente que en este caso buscar el hueso no es buscar el falo ni querer ser el falo, es decir, el significante del deseo del otro (es este el ideal estético social del cuerpo delgado), sino un modo para sustraerse de la vacuidad informe del lleno. Es un modo para remendar el descocido de la imagen del cuerpo. El hueso es el objeto que viene a ocupar el lugar de la imagen del cuerpo, donde en esta sustitución el sujeto realiza no ya una pérdida de sí mismo, sino un reencuentro.
En esta contemplación del hueso no se trata, pues, de una contemplación fetichista del falo: el hueso como protuberancia real en el cuerpo femenino que niega su castración. El goce por la imagen del cuerpo delgado, del cuerpo hueso, no responde a la lógica de tener el falo, sino a la de tener un cuerpo. Gracias al hueso, el sujeto sobrevive a la catástrofe de la fragmentación. El éxtasis del hueso es el éxtasis por aquello que no cambia nunca, por aquello que permanece idéntico. así mismo. La permanencia de la imagen narcisista no se tiene aquí a través del otro, sino por medio del objeto. En el razonamiento de una paciente mía, el hueso, el esqueleto, es definido como con precisión, como la estructura, el andamiaje en el cuerpo. El hueso proporciona a la personalidad una nueva imagen narcisista, una nueva imagen del cuerpo que ocupa el lugar vacío del sujeto. En esta anatomía delirante El hueso queda pues fuera del cuerpo y por ello debe poder aparecer en el espejo. Debe poder ser visto y no solo sentido: La sensación del hueso al tacto no es suficiente. Debo también verme, no solo tocarme. El encuentro con el hueso libera de la angustia y vuelve a enganchar al sujeto al cuerpo. Es la idea delirante del hueso-fundamento de una paciente mi esquizofrénica:.aquí no es el significante el que hace el cuerpo, sino que es el hueso -como a este lado de cualquier significante o, si se prefiere, como modalidad de realización del significante mismo en lo real -el que, como tal, constituye el cuerpo.
7 El hueso como vestido del cuerpo.
En esta vivencia delirante del cuerpo, el hueso es aquello que viste la carne. El hueso humaniza la carne. Quedarse en los huesos es, en efecto, un modo para humanizarse sin poder recurrir al significante. El culto anoréxico al hueso, en estos casos no es el culto simbólico a lo incorpóreo, a la anti carne, sino que, por el contrario, es lo que permite a la carne mantenerse junta. Eliminar el riesgo de la metamorfosis en animal como para Ellen Wes de Binswanger: el hueso no está debajo de la piel, sino que debe aparecer por encima de la piel, porque es lo que le permite a la piel formar un cuerpo. Encontrar el hueso debajo de la piel no es descubrir la desnudez del cuerpo, sino descubrir que el hueso es el ropaje mortal que protege del encuentro con el vacío del sujeto, “con su estúpida realidad”, con la ausencia de una identificación constituyente.
Como ha indicado Miller, para Lola State V Stein de Marguerite Duraz, el vestido y el cuerpo son iguales. El vestido no recubre el cuerpo, sino que es su cuerpo, porque ella no tiene realmente un cuerpo. Su cuerpo es solo el que le restituye la mirada del otro. Por tanto, cuando se la despojan del vestido constituido por el amor de su novio, ella se derrumba porque no es sino un puro vacío, una mera vacuidad.
En la anorexia psicótica, el hueso libera al sujeto de la vacuidad. La aparición de la muerte del esqueleto en el espejo es la aparición de algo que no causa horror, sino un sentimiento de paz.
“Cuando veo mis huesos despuntar bajo la piel, sé que no me he perdido. Entonces, ya no me siento angustiada. sino invadida por un sentimiento de paz”.
Ante el propio esqueleto, el sujeto no se encuentra frente a la descomposición del cuerpo y la destrucción de su vitalidad, sino frente a su transformación en objeto, a cierta mineralización positiva del cuerpo mismo. Este último reducido esqueleto puede consistir sin recurrir a la imagen del otro. Por ello, el encuentro con el esqueleto no resulta angustioso, sino pacificador. El esqueleto según la misma paciente “ofrece la sensación de la eternidad”.
La contemplación del esqueleto en la anorexia psicótica sirve para reabsorber la despersonalización y en este sentido no existe mucha diferencia con los comportamientos autolesivos de ciertos psicóticos que para condenar la sensación de irrealidad y de disolución del mundo se autolesionan (por ejemplo, apagándose un cigarrillo en el brazo. practicando cortes en su propio cuerpo o incluso realizando pasajes al acto suicidas) con el fin de volver a enganchar la vacilación del mundo a un punto firme, a una certeza que ancla el sentido y la realidad misma de las cosas. En este sentido es una enseña un rasgo – no simbólico.sino real- que unariza al sujeto.
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